El sitio BP937, donde se encontró la tumba, ocupa un lugar relevante para reconstruir rutas de movilidad, contactos culturales y márgenes políticos del reino nubio en el segundo milenio antes de nuestra era
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Arqueólogos que trabajan en el remoto desierto de Bayuda, en Sudán, han descubierto una tumba excepcional perteneciente al antiguo reino de Kerma, uno de los estados más tempranos del valle del Nilo. El enterramiento, fechado entre 1775 y 1609 a.C., corresponde a un hombre adulto depositado en una fosa circular junto a un conjunto de objetos poco comunes. Su hallazgo, publicado en, Azania: Archaeological Research in Africa, en un punto aislado del paisaje confirma que esta región, apenas estudiada hasta fechas recientes, conserva un registro arqueológico de gran interés para entender prácticas funerarias mal documentadas hasta ahora.
Un territorio casi desconocido
El desierto de Bayuda se extiende en un arco de 140.000 kilómetros cuadrados entre dos grandes curvas del Nilo, una zona árida que pasó desapercibida para la arqueología durante décadas. Desde 2017, un proyecto específico busca clarificar la presencia de Kerma en este sector norte, tradicionalmente considerado marginal. El sitio BP937, donde se encontró la tumba, ocupa un lugar relevante para reconstruir rutas de movilidad, contactos culturales y márgenes políticos del reino nubio en el segundo milenio antes de nuestra era.
El individuo enterrado era un hombre de entre 30 y 40 años, de unos 164 centímetros de estatura y con un esqueleto inusualmente bien conservado. Presentaba signos de inflamación ósea, lesiones degenerativas y alteraciones compatibles con actividad física intensa, déficits nutricionales o enfermedades crónicas. Aunque no es posible determinar su estatus, la disposición del cuerpo y la presencia de ajuares indican un rito funerario planificado y no un entierro improvisado, algo relevante en un espacio tan aislado.
Objetos singulares en un contexto ritual
El difunto estaba acompañado por dos piezas cerámicas y un collar compuesto por 82 cuentas de fayenza azulada. Una de las vasijas, un cuenco invertido, es coherente con el repertorio conocido de Kerma y de culturas contemporáneas como A-Group y C-Group. Ese gesto, interpretado como un símbolo de transición, “vaciar la vida” para permitir el paso del difunto al ámbito de los ancestros, es frecuente en tumbas de la región, lo que confirma que el ritual siguió pautas reconocibles.
La segunda vasija introduce, sin embargo, un elemento excepcional. Se trata de una jarra decorada con una franja negra, sin paralelos conocidos, que contenía restos quemados de madera, huesos fragmentados, coprolitos e insectos adheridos al material carbonizado. Según los investigadores, el uso del fuego en contextos funerarios de Kerma es extremadamente raro, lo que convierte este hallazgo en una pieza clave para explorar rituales poco documentados, posiblemente vinculados a banquetes mortuorios o ceremonias simbólicas específicas de esta comunidad.
Las cuentas de fayenza aparecieron alrededor del cuello del individuo, lo que sugiere su uso como collar o amuleto. Este tipo de adornos, típicos de la Cuarta Catarata y presentes en Kerma y C-Group, evidencia redes de intercambio que conectaban distintos territorios del valle del Nilo. Su presencia en una tumba situada en el interior del desierto refuerza la idea de que incluso los enclaves periféricos estaban integrados en circuitos culturales y económicos más amplios de lo que se creía.
Fragmentos dispersos en la zona
La excavación también reveló fragmentos cerámicos dispersos tanto en la superficie como en el relleno de la fosa. Algunos pueden haber formado parte de un ritual de rotura vinculado al funeral, tradición registrada en el Kerma temprano, donde las vasijas se quebraban como gesto simbólico. No obstante, los investigadores contemplan la posibilidad de que algunas piezas se rompieran como consecuencia de un saqueo posterior. Ambas interpretaciones permiten situar la tumba dentro de prácticas culturales complejas y con variabilidad interna.
El análisis de los restos carbonizados contenidos en la jarra permitió identificar especies como acacias y ziziphus, plantas resistentes a la sequía pero indicativas de un entorno con mayor humedad que el actual. La presencia de semillas de gramíneas e insectos asociados a vegetación amarantácea refuerza esta hipótesis. Estos datos aportan una imagen inédita del paisaje del Bayuda hace casi 3.600 años, un entorno más verde y favorable que el desierto extremo que domina la zona hoy.
Aunque la guerra civil en Sudán ha interrumpido temporalmente el trabajo de campo, el material recuperado permitirá avanzar en análisis especializados en los próximos meses. La tumba de BP937 constituye un hallazgo excepcional: se conserva en gran medida intacta, revela un ritual que apenas tiene paralelos y amplía los límites conocidos del reino de Kerma hacia zonas consideradas secundarias. Su estudio confirma que el desierto de Bayuda, lejos de ser un vacío arqueológico, guarda claves esenciales para comprender la diversidad cultural de Nubia en la Antigüedad.