‘Memorias de un caracol’, dirigida por Adam Elliot, estuvo nominada a Mejor largometraje animación en los Oscar de 2025
El anime que al principio no convenció en Japón y que ahora conquista los cines
técnica de stop-motion en el cine de animación, muchos pensarán en películas como Pesadilla antes de navidad, el largometraje de 1993 dirigido por Henry Selick y producido e ideado por Tim Burton; o en Fantástico Sr. Fox, una de las joyas del cine de Wes Anderson. Pero existen otras películas, a priori menos conocidas, que también han revolucionado esta técnica cinematográfica, que consiste en ir fotografiando y manipulando físicamente los objetos que aparecen en pantalla en cada fotograma.
Destaca, sin duda, la obra de Adam Elliot, director australiano especializado en plastimación (animación con figuras de plastilina o arcilla). En 2004, consiguió el Oscar Mejor cortometraje de animación con Harvie Krumpet, una historia en la que retrató la vida de un chico con síndrome de Tourette. Pero su consagración en la industria llegó años más tarde, con Mary and Max (2009), su primera película de larga duración.
En este largometraje, Elliot volvió a poner sobre la mesa temas de índole social. La película sigue la amistad a través de cartas entre Max, un judío que vive en Nueva York y padece el síndrome de Asperger, y Mary, una niña australiana de 8 años que vive en los suburbios de Melbourne. El director tardó cinco años en desarrollarla, pero no fue la película de su carrera en la que trabajaría más tiempo. Esta llegó el año pasado, con el estreno en cines de su último largometraje: Memorias de un caracol.
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El proyecto más grande de Adam Elliot
Memorias de un caracol (2024) se estrenó en Australia a finales del año pasado y es, al menos en términos numéricos, el proyecto más grande de toda la trayectoria del director australiano. Un total de siete animadores crearon entre cinco y diez segundos de metraje al día, durante un rodaje que se alargó unas 33 semanas. Pero el desarrollo de la película empezó mucho antes.
Elliot y su equipo trabajaron en la creación de 600 dibujos de storyboard para diseñar personajes, objetos y escenas, así como 7.000 figuras de arcilla, a lo largo de unas 48 semanas. En total, se estima que Memorias de un caracol, que tiene una duración final de hora y media y más de 130.000 fotogramas, tardó ocho años en hacerse.
El trabajo tuvo su recompensa en los premios y nominaciones que llegaron a posteriori, así como en la crítica que recibió el filme de la prensa especializada. El largometraje de Adam Elliot estuvo nominado a Mejor largometraje de animación en los Premios Oscar, a Mejor filme de animación en los Globos de Oro, así como al Premio del Público en el Festival de San Sebastián. En el Festival de Sitges, Memorias de un caracol consiguió el galardón a Mejor largometraje de animación.
La película cuenta la historia de Grace Pudel, una niña solitaria e inadaptada, aficionada a coleccionar figuras decorativas de caracoles. Cuando es pequeña, su padre fallece y se separa de su hermano mellizo, Gilbert, una situación que la lleva a sufrir ansiedad y una gran angustia. Sin embargo, todo cambia cuando conoce a una anciana llena de determinación y amor por la vida llamada Pinky, con la que entablará una larga amistad que cambiará su vida para siempre.